miércoles, 23 de julio de 2008

EL LLAMADO

Colaboración de Ernesto Contreras
drernestocontreras@hotmail.com

“Si entresacares lo precioso de lo vil..” Je 15:19.

Dios nos ama y tiene un plan maravilloso para cada una de nuestras vidas. Sólo desea que sumisamente, decidamos, voluntariamente, consagrar nuestras vidas a su servicio. La Biblia dice: Vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo. Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; Porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos. Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas; y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado. Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí (Is. 6:1 al 8).
La palabra de Dios nos enseña que en el antiguo pacto, el llamado de Dios a su servicio, venía a unos cuantos, y con propósitos muy específicos. En el NUEVO PACTO, aunque el llamado de Dios a su servicio no es generalmente, tan dramático como el de Isaías, la verdad es que todos los que han sido hechos hijos de Dios (Jn. 1:12), son llamados a ser siervos de Dios. Jesucristo ordenó a todos sus discípulos: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura (Mr. 16:15). Id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado (Mt 28:19,20).
Pero también en la Biblia, se nos enseña que aparte del llamado universal a evangelizar y enseñar a los fieles la sana doctrina, Jesucristo llama a cada uno de sus discípulos en particular, a uno o más ministerios específicos que Él ha escogido. La Biblia dice: Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular. Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros, luego los que hacen milagros, después los que sanan, los que ayudan, los que administran, los que tienen don de lenguas. ¿Son todos apóstoles? ¿Son todos profetas? ¿Todos maestros? ¿Hacen todos milagros? ¿Tienen todos dones de sanidad? ¿Hablan todos lenguas? ¿Interpretan todos? Hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo.
Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho, y todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como Él quiere. Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo. Si todo el cuerpo fuese ojo, ¿dónde estaría el oído? Si todo fuese oído, ¿dónde estaría el olfato? Mas ahora Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como Él quiso (1 Co. 12).
Uno de los errores más frecuentes en los hijos de Dios, es creer que uno tiene la libertad para escoger los ministerios particulares en los que puede tener éxito, pues la lección bíblica es muy clara en este sentido, sobretodo si se analiza el ejemplo usado por Dios, del cuerpo humano: Todas las células del cuerpo, independientemente del órgano al que pertenecen, comparten algunas funciones comunes. A través de la sangre, todas respiran, todas se alimentan, todas desechan lo malo, todas se apoyan unas a otras, y todas, de muchas formas, algunas de las cuales aún no hemos descubierto o entendido perfectamente, están gobernadas por el cerebro.
Además, para que el cuerpo crezca y se mantenga sano y funcionando adecuadamente, todas las células, con excepción de las del cerebro, deben reproducirse y dejar a alguien en su lugar, antes de morir. Todos los cristianos, a través del Espíritu Santo, necesitan orar, y nutrirse con la palabra de Dios, desechar lo malo, apoyarse unos a otros, y aceptar ser gobernados por la cabeza del Cuerpo que es Cristo. Además, para que el Cuerpo de Cristo crezca y se mantenga sano y funcionando adecuadamente, todos los cristianos antes de morir, deben ganar a otros para Cristo. Sólo la cabeza del cuerpo, Jesucristo, es el mismo ayer y por los siglos (He 13:8).
De acuerdo con sus características genéticas, determinadas por Dios, desde antes de nacer, toda célula y órgano del cuerpo, nace con capacidades específicas que le permiten cumplir una o más funciones necesarias, útiles y de bendición para el resto del cuerpo. Nunca una célula del pié, por ejemplo, podrá cumplir felizmente las funciones de las células del hígado, a menos que milagrosamente Dios le cambie sus capacidades y características innatas, y la transforme en otro tipo de célula. En el cuerpo, hay algunas células superefectivas que son multipotenciales, o sea, que pueden efectuar simultáneamente, varias funciones con éxito. Los cristianos, desde el momento de la concepción, somos dotados por Dios, de capacidades, talentos y características naturales. El temperamento, la estatura, las habilidades, inteligencia, y hasta las funciones propias de mi sexo, son determinados por Dios. Aún el momento histórico, el lugar geográfico y las circunstancias que nos rodean al nacer, son escogidos y usados por Dios, para que cumplamos feliz y adecuadamente, los ministerios particulares para los cuales Él nos ha seleccionado y llamado, y a menos que milagrosamente nos cambie y capacite para otra cosa, como a Pedro y Juan que los cambió de pescadores en predicadores, por mucho que lo intentemos, no podremos tener éxito en otra actividad que la asignada por Dios.
A Jeremías, Dios le dijo: Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones. Y yo dije: ¡Ah! ¡Ah, Señor Jehová! He aquí, no sé hablar, porque soy niño. Y me dijo Jehová: No digas: Soy un niño, porque a todo lo que te envíe irás tú, y dirás todo lo que te mande. No temas delante de ellos, porque contigo estoy para librarte, dice Jehová. Y extendió Jehová su mano y tocó mi boca, y me dijo Jehová: He aquí he puesto mis palabras en tu boca. Mira que te he puesto en este día sobre naciones y sobre reinos, para arrancar y para destruir, para arruinar y para derribar, para edificar y para plantar.
Cuando nosotros recibimos y aceptamos el llamado, Dios nos protege en el lugar y circunstancias en las cuáles Él nos pone, y nos capacita sobrenaturalmente, por el Espíritu Santo, con los dones necesarios para cumplir felizmente, el ministerio para el cual fuimos llamados. La Biblia dice que Jesucristo llamó a sus discípulos, y escogió a doce de ellos, a los cuales también llamó apóstoles. Y a estos, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios; y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí: Recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra (Mr. 6:13; Hch. 1:3 al 8).
Por todo esto, debemos, reconocer oportunamente, las características biológicas y psicológicas innatas y no modificables con que Dios nos dotó, desarrollarlas y ejercitarlas. La Biblia enseña que al siervo que funciona bien en uno o más ministerios, Dios le concede otros. La Biblia dice: Porque el reino de los cielos es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes. A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad. Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos. Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. Y dijo: El talento, dadlo al que tiene diez talentos. Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado (mt 25: 14 al 29).
Para descubrir cuáles son los dones y ministerios espirituales que Dios me quiere dar, debo mantener una adecuada comunión con Dios, pidiendo en oración sabiduría de lo alto (Stg. 1:5 y 3:17), mientras consulto frecuentemente, la voluntad segura e infalible de Dios, contenida en las Sagradas Escrituras. Pablo relata que en su encuentro con el Señor Jesús, él le preguntó: ¿Quién eres, Señor? Y el Señor dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Pero levántate, y ponte sobre tus pies; porque para esto he aparecido a ti. Para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto, y de aquellas en que me apareceré a ti, librándote de tu pueblo, y de los gentiles, a quienes ahora te envío, para que abras sus ojos. Para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados. Por lo cual, no fui rebelde a la visión celestial (Hch. 26:15 al 19).
En los siervos neófitos, son signos claros de inmadurez espiritual, la rebeldía ante el llamado de Dios y el necio deseo de hacer la voluntad propia, y resistirse a cumplir el maravilloso plan de Dios para su vida. También, es signo de inmadurez espiritual, creer que nosotros estamos aquí para aconsejar, sugerir o ayudarle a Dios a decidir cómo cumplir mejor su bendita obra, o cuáles son los mejores ministerios para nuestra vida. Un siervo fiel, sabe que para cumplir felizmente con lo que se le ha encomendado, debe madurar y prepararse lo mejor posible, adquirir experiencia, con la ayuda de la iglesia y los consiervos fieles, y que debe procurar escudriñar diligentemente, las Sagradas Escrituras, las cuales le pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. Ya que toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra (2 Ti 3:15 al 17). El único afán de un siervo útil en esta Tierra, debe ser honrar el nombre de Dios, ser de edificación a la iglesia, de estímulo, reto y apoyo a los demás consiervos en la bendita obra de Jesucristo, y ser ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza (1 Ti 4:12).
El siervo fiel sabe que nadie es indispensable, y que Dios cumplirá su obra en forma perfecta “conmigo, sin mí y a pesar de mí”, por lo que acepta que es nada menos que un privilegio y favor muy especial que Dios me quiera usar y considerar necesario. El siervo fiel sabe Dios puede sin lugar a dudas, y en cualquier momento, usar a otros siervos tanto o más capacitados que yo. Por ello, el mayor gozo de un siervo fiel es servir y amar al Señor su Dios con todo su corazón, y con toda su alma, y con todas sus fuerzas, y con toda su mente (Lc. 10:27). Y la mayor motivación del siervo fiel, es su eterno agradecimiento a Dios. Por ello, lejos de sentirse usado, abusado, y explotado al máximo por sy Señor, se goza y alba a Dios, cuando su Amante Salvador aprovecha al máximo, sus talentos, capacidades y conocimientos.
Así, un signo de madurez cristiana, y de servicio comprometido, es ser sumisos ante la voluntad divina, poniendo al servicio del Señor, incondicionalmente, como aquel niño, “nuestros dos peces y tres panes”, con la confianza de que, a pesar de mis limitadas capacidades, Él ungirá mi servicio, por más humilde que éste parezca, y con él, bendecirá a 3,000, 5,000 y aún más, y cumplirá su promesa que dice: Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come. Así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié. Porque con alegría saldréis, y con paz seréis vueltos; los montes y los collados levantarán canción delante de vosotros, y todos los árboles del campo darán palmadas de aplauso (Is 55: 10 al 12). Que Aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría, al único y sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad, imperio y potencia, ahora y por todos los siglos. Amén (Jd. 20 al 25).

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